Tengo la garganta jodida, paso de salir, mejor me quedo al lado del radiador leyendo tebeítos:
- Los Innombrables 2: Aventura en amarillo (Yann le Pennetier/Didier Conrad). Pues no acabo de pillarle el punto a esta serie "de culto". Cuando se publicó a principios de los 80's revolucionó el cómic francobelga al añadir al género de aventura y humor elementos más propios del género adulto (sí, sexo, violencia y lo políticamente incorrecto). En este álbum veremos como los protagonistas se enredan con negocios turbios en los bajos fondos de una Hong Kong acosada por el avance del ejercito de Mao. A mi gusto la historia de Yann ha envejecido mal, busca giros y subtramas que no te llevan a ningún lado, los chistes no me hacen mucha gracia y se sigue sin profundizar en los personajes. Eso no quita que me haya gustado mucho el entorno histórico donde se desarrolla, que creo que Yann lo ha clavado en cuanto a documentación, realmente te lleva donde quiere. Otra cosa es el dibujo del Didier, que me encanta: toma elementos de Franquin y Morris, les da un aspecto sucio usando la mancha de manera impecable y ambienta las historias como nadie. Mi nota: 3
- Los Domingos (Mauro Entrialgo). Ya os he comentado alguna vez mi admiración de lo versátil que es Mauro tocando casi cualquier tipo de humor inteligente y saliendo victorioso. Pues bien, esto no es solo aplicado al humor. En este álbum hace gala de su legendaria memoria y nos cuenta recuerdos de su infancia, que podría ser la de cualquier español de clase media-alta nacido a finales de los años 60's. Aquí no os esperéis los detalles truculentos a los que nos estamos acostumbrando al leer autobiografías en cómic: nada de abusos sexuales, drogas o maltratos psicológicos o físicos. Es simplemente un entretenido ejercicio de memoria contado de forma muy agradable y que te deja un poso de familiaridad reconfortante, despertando tus propios recuerdos análogos a los narrados. Por lo menos es lo que a mí me ha pasado. La técnica que ha empleado Mauro en este álbum es muy diferente a lo que nos tiene acostumbrados: primero, porque no es un cómic en el sentido estricto, más bien se acerca al cuento ilustrado; y en segundo lugar, porque en vez de tinta y coloreado por ordenador, esta vez ha dejado los lápices tal cual y los ha coloreado con acuarelas, lo que da a la obra un toque más nostálgico si cabe. Lo editó De Ponent muy guapamente hace más de un año, pero todavía se ven ejemplares en las librerías. Mi nota: 4
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