Por lo que vimos la gente es un poco guarra y un poco hijodeputa: bolsas por todos los lados, latas, basura y pintadas metiéndose con Iker Jimenez y con Prudencio Muguruza (no les defiendo a ellos, si no a edificios medievales).
Como no vimos nada anormal (no había espejos), volvimos a la tienda, malcenamos y recibimos una visita de los otros acampados, que no se atrevieron a acercarse a más de unos 50 metros, enfocándonos con las linternas y preguntando si eramos marcianos. Aunque no lo creáis, ya nos ha pasado más veces. Les bufamos y se piraron a sus tiendas. No los volvimos a ver.
Bueno, pues hicimos un pis y a la cama. Al poco de meternos en nuestros sacos (Javi y yo intercambiamos los nuestros por error, pero sin mariconadas), se empezó a levantar un viento que no parecía de este mundo, era casi diabólico. Movía la tienda por todos los lados, hacía sonar las bolsas que había enganchadas en los matorrales de alrededor y hacía crujir los dos árboles muertos que teníamos al lado. Un follón de la hostia. A esto, sumadle la autosugestión por haber leído tanta leyenda y haber visto demasiada tele. Entonces empezamos a oir pasos. Javi los oía por su lado, Txus (que estaba enmedio) los oía que iban de un lado a otro y yo los oía por el mío. "Será el viento, el viento y nada más que el viento", nos dijimos. Pero lo acojonante es que cuando no había viento seguían los pasos, incluso se oían mejor, yo los oía de un lado a otro. También oimos pasar varias veces una avioneta, lo que extrañó a Txus, nuestro experto en aviación: "A estas horas y por esta zona es extraño que pasen avionetas". Para mí que era un parato.
No sé como, me conseguí dormir. Hacia las tres y media me desperté y reinaba la calma. Los otros dos egúrenes también estaban despiertos, por lo que decidimos salir a echar un vistazo. Extrañamente, el tiempo había cambiado por completo: soplaba una ligera brisa, no hacía nada de frío, la niebla había desaparecido y el cielo estaba despejado. Además podíamos oir música a lo lejos, en dirección a las tiendas de los niñatos aquellos. Eché un meo y nos fuimos a investigar, en calzoncillos, y a asustarles por tener la música tan alta.
Nos acercamos con cuidado y en silencio, pero en seguida nos dimos cuenta que la música no podía venir de las tiendas, si no de más allá de las montañas, de a tomar por culo de lejos. Para mí que eran los del Azkena. Nos apiadamos de los muchachos y dimos otra vueltecita por las ruinas. Como no pasaba nada, nos fuimos a la tienda con la cabeza llena de teorías sobre los pasos que habíamos oído antes.
(continuará)
3 comentarios:
Pa mi que sois unos acojonaos, que conociendoos sobre todo a uno.... es lo mas probable, o que os metisteis un chute como los rolling stones y acabasteis flipandolo
Estoy de acuerdo, estoy totalmente de acuerdo, son unos acojonaos!!!!
Anda que los que hablan... los Hermanos Cagaleta!!
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