Christian Hincker, más conocido como Blutch, es uno de los autores de cómic francés más originales de los últimos 15 años. Con un humor tirando a corrosivo y un estilo gráfico entre retro años 40's-50's y feísta, ha publicado gran parte de su obra en la revista Fluide Glacial, de entre las que destacan Rancho Bravo, Peplum y este Blotch. En España se le ha publicado más bien poco: a parte del tomo que hoy tengo entre mis garras sólo le conozco un álbum de la serie La Mazmorra Monstruos, con guión de Sfar y Trondheim y titulado Mi hijo el asesino, fabuloso.
En Blotch, La Cúpula recopila dos álbums: Blotch, le roi de Paris (1999) y Blotch face à son destine (2000), en los que el protagonista es un dibujante de humor gráfico del Paris de los años 30's, alter ego del propio autor, en el que recaen todos los defectos comunes al grueso de la humanidad multiplicados por cien: ególatra, mezquino, mediocre, racista, vago, traidor, hipócrita, pelota, mentiroso, envidioso, retrógrado, aprovechado, cobarde... Un personaje en el que se exageran tanto su falta de virtudes que de puro antipático acabas por tomarle simpatía e incluso te ves reflejado en él en más de una ocasión. En las más de una docena de hitorietas cortas que componen el tomo, vemos a Blotch intentar medrar de la forma que sea, traicionando amigos, plagiando compañeros, engañando a unos y otros y difamando a quien sea con tal de echarse a sí mismo unas flores y perdiendo el poco respeto de sus congéneres. Buscando una moraleja a la obra, llego a la conclusión de que si todos estos esfuerzos los empleara en trabajar, quizá no sería el mejor historietista de París, pero mejoraría la calidad de su arte hasta límites insospechados. Por supuesto hay un montón de guiños a otros autores contemporáneos de Blutch, e incluso aparece el mismísimo Hergé, del que Blotch y sus colegas se ríen tratándole de paleto por ser belga, justo un año antes de que su Tintin conquistara el mundo editorial lo que provoca la envidia malsana del protagonista.
La parte gráfica es de sobresaliente, a mi me recuerda a Bernard Krigstein, pero más caricaturesco, con un entintado en el que predomina la mancha y los trazos duros.
En Blotch, La Cúpula recopila dos álbums: Blotch, le roi de Paris (1999) y Blotch face à son destine (2000), en los que el protagonista es un dibujante de humor gráfico del Paris de los años 30's, alter ego del propio autor, en el que recaen todos los defectos comunes al grueso de la humanidad multiplicados por cien: ególatra, mezquino, mediocre, racista, vago, traidor, hipócrita, pelota, mentiroso, envidioso, retrógrado, aprovechado, cobarde... Un personaje en el que se exageran tanto su falta de virtudes que de puro antipático acabas por tomarle simpatía e incluso te ves reflejado en él en más de una ocasión. En las más de una docena de hitorietas cortas que componen el tomo, vemos a Blotch intentar medrar de la forma que sea, traicionando amigos, plagiando compañeros, engañando a unos y otros y difamando a quien sea con tal de echarse a sí mismo unas flores y perdiendo el poco respeto de sus congéneres. Buscando una moraleja a la obra, llego a la conclusión de que si todos estos esfuerzos los empleara en trabajar, quizá no sería el mejor historietista de París, pero mejoraría la calidad de su arte hasta límites insospechados. Por supuesto hay un montón de guiños a otros autores contemporáneos de Blutch, e incluso aparece el mismísimo Hergé, del que Blotch y sus colegas se ríen tratándole de paleto por ser belga, justo un año antes de que su Tintin conquistara el mundo editorial lo que provoca la envidia malsana del protagonista.
La parte gráfica es de sobresaliente, a mi me recuerda a Bernard Krigstein, pero más caricaturesco, con un entintado en el que predomina la mancha y los trazos duros.
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