Según vas leyendo la obra del gabacho David B. (La ascensión del Gran Mal, Los buscadores de tesoros...) te das cuenta de que éste tiene una obsesión rayante en lo enfermizo con el temas como la guerra, los sueños, las leyendas, la muerte y la locura. Puede que al autor le sirva de catarsis sacarse estas cosas de la cabeza, no lo sé. Lo que sí es cierto es que al lector nunca le deja impasible, siempre trasmite emociones, sensaciones e ideas que te duran varios días.
En el álbum autoconclusivo La lectura de las ruinas, coinciden todos los temas recurrentes de David B. La historia, ambientada en una Primera Guerra Mundial totalmente irreal y onírica, cuenta la búsqueda por parte del espía holandés Jan Van Meer del ingeniero Hellequin, que desarrolla armas fantásticas para el bando aliado como el alambre de espino vampiro (que se mueve solo y ataca a los enemigos) o los hombres patata (que sirven de porteadores y alimento), así como la inquietante teoría de la lectura de las ruinas. El carácter onírico en esta ocasión es muy marcado, ya que, al igual que en los sueños, no sigue una lógica narrativa rígida. Sí, tiene presentación, desarrollo y conclusión, pero todo es como muy etéreo, los personajes y las situaciones vienen y van sin un objetivo claro, y, a veces crea una sensación de confusión propia del mundo de Morfeo.
En el campo gráfico, David B. sigue en su línea habitual: un dibujo tirando a naif, pero con muchísimo detalle y un magistral juego de luces y sombras a lo expresionismo que le emparenta con Tardí, Keko, Seguí o Burns. Ideal para esta historia tan oscura, que se desarrolla siempre de noche o entre las ruinas de la guerra.
En el álbum autoconclusivo La lectura de las ruinas, coinciden todos los temas recurrentes de David B. La historia, ambientada en una Primera Guerra Mundial totalmente irreal y onírica, cuenta la búsqueda por parte del espía holandés Jan Van Meer del ingeniero Hellequin, que desarrolla armas fantásticas para el bando aliado como el alambre de espino vampiro (que se mueve solo y ataca a los enemigos) o los hombres patata (que sirven de porteadores y alimento), así como la inquietante teoría de la lectura de las ruinas. El carácter onírico en esta ocasión es muy marcado, ya que, al igual que en los sueños, no sigue una lógica narrativa rígida. Sí, tiene presentación, desarrollo y conclusión, pero todo es como muy etéreo, los personajes y las situaciones vienen y van sin un objetivo claro, y, a veces crea una sensación de confusión propia del mundo de Morfeo.
En el campo gráfico, David B. sigue en su línea habitual: un dibujo tirando a naif, pero con muchísimo detalle y un magistral juego de luces y sombras a lo expresionismo que le emparenta con Tardí, Keko, Seguí o Burns. Ideal para esta historia tan oscura, que se desarrolla siempre de noche o entre las ruinas de la guerra.
2 comentarios:
Éste lo tengo ¿te lo presté yo? ya no recuerdo tantas cosas...
No, me lo ha dejado mi hermano. Come rabos de pasas!
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